Inversión de onda T anterior en jóvenes blancos atletas y no-atletas

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“He escogido un artículo que se ha publicado en el Journal of American College of Cardiology, Anterior T-Wave Inversion in Young White Athletes and Nonathletes, que es de los autores Malhotra como primer firmante y Sharma como último firmante. Lo he seleccionado porque creo que trata un tema relevante para la práctica clínica.

En primer lugar, porque todos sabemos que uno de los problemas más importantes que tenemos ahora es la detección del riesgo de muerte súbita en las personas jóvenes. Evidentemente en todos, pero en los jóvenes se debe habitualmente a problemas como la miocardiopatía hipertrófica, la displasia arritmogénica del ventrículo derecho, el QT largo y el síndrome de brugada... y en todos ellos el electro juega un papel importante. En la miocardiopatía hipertrófica sobre todo y en la displasia arritmogénica, las inversiones de la onda T son fundamentales.

El problema surge cuando vamos a analizar pacientes deportistas jóvenes para ver si pueden tener este cuadro, y cuando se observa que el deporte produce también cambios en la onda T. Separar aquellos cambios que puedan parecer en condiciones normales en un deporte entrenado de aquellos otros que pueden deberse a este tipo de patologías es muy importante.

La Sociedad Europea de Cardiología establece que los cambios en la onda T habitualmente no suelen ser debidos al deporte, con lo cual todos requerirían estudiar y descartar patologías. Los criterios de Seattle sí consideran que algunos deportistas pueden tener cambios en la onda T. Estos cambios son mucho más marcados en los deportistas de raza negra, en los que sí se ve que puede haber inversión de la onda T en toda la cara anterior (V1, V2, V3 y V4). Dentro de esos criterios, queda claro que la miocardiopatía hipertrófica produce alteraciones de la onda T cuando hay cambios en el electro, que es habitualmente; que se extienden también a la cara lateral (V5 y V6) y con frecuencia a la cara inferior. De forma que eso no sería debido al deporte: si observamos esos cambios debemos sospechar miocardiopatía hipertrófica.

Centrándonos en la cara anterior, los deportistas de raza con frecuencia presentan inversión de la onda T, de V1 a V4, pero ahí hay con frecuencia también elevación del ST y del punto J, cosa que no suele ocurrir en la miocardiopatía hipertrófica. Sin embargo, el tema no es tan frecuente los deportistas de raza blanca, en los que en principio cualquier onda T más allá de V1 debería llevarnos a investigar y a descartar que no exista alguno de estos problemas: displasia arritmogénica o, con menor frecuencia, miocardiopatía.

Y aquí es donde surge la importancia de este estudio: coge un número importante de personas, algunos deportistas y otros no (14.646 personas entre 16 y 35 años de edad). Los someten a una evaluación: hay un 32% de mujeres, un 20% de deportistas, que es un número importante (casi 3.000), aparte de un cuestionario de salud, un electrocardiograma de doce derivaciones, que es lo que se utiliza habitualmente para evaluar si hay inversión de la onda T. Y consideran inversión de la onda T en la cara anterior cuando se da entre las derivaciones V1 a V4, en dos o más derivaciones contiguas. Primero, analizan en qué porcentaje de pacientes aparecen esos cambios. Luego hay un número muy importante de pacientes en los que hacen otros estudios para descartar patologías. Se observa que hay esta inversión de la onda T en un 2,3% de los individuos pero que era más frecuente en las mujeres: 4,3% vs 1,4%. Y más frecuente también en los deportistas que en los no deportistas: 3,5% vs 2%.

Donde aparecen estos cambios fundamentalmente es entre v1 y v2, que lo presenta el 77% de los individuos, mientras que sólo 1,2 % de las mujeres y 0,2 % de los hombres presenta inversión más allá de V2 (de V3 a V4). Por lo que esa inversión en la cara anterior en los sujetos blancos jóvenes aparece en pocos de ellos, y cuando ya nos ponemos a plantear si la inversión es más allá de V2, los porcentajes son mucho menores.

Lo importante del estudio es que estos investigadores hacen otra serie de estudios complementarios y ven que de éstos que tienen inversión de la de la onda T en la cara anterior, prácticamente ninguno tiene ninguna patología.”

Como conclusiones del estudio, ¿qué podríamos sacar?

“En el estudio se añade otra cosa importante: lo siguen casi dos años y no presentan eventos. Por lo que la conclusión del estudio es que una inversión de la onda T en personas jóvenes blancas en V1 y V2 entra dentro prácticamente casi de la normalidad. Sabemos que V1 es normal, que los deportistas de raza negra pueden llegar hasta V4 y en los jóvenes y deportistas de raza blanca si pasa de V2 sí recomiendan ampliar el estudio, aunque ellos tampoco han encontrado que haya patología, pero parece prudente descartarlo. El seguimiento que tienen es quizá la limitación más importante, pues no es demasiado largo, son prácticamente dos años, pero no sabemos qué va a pasar a 4 ó 5 años. Desde el punto de vista práctico, supone quedarnos tranquilos de que esa derivación de la onda T en V2, incluso aunque sea deportista blanco, obviamente si no tiene antecedente familiar de muerte súbita o ninguna otra característica, no necesariamente implica una patología. Eso es lo sustancial del estudio.”

¿Esto acaba entonces con el paradigma de la persistencia del patrón juvenil en mujeres?

“Hasta la infancia existe una inversión de la onda T en la cara anterior, luego eso va cambiando, algunas mujeres lo mantienen durante más tiempo. Ya hemos visto que los porcentajes realmente no son tan grandes. Existe, pero el porcentaje es muy pequeño. El estudio realmente confirma ese dato: es más frecuente en mujeres, pero también hay en hombres. “

Por último, ¿en qué puede cambiar la práctica clínica este estudio?

“Cuando evaluamos pacientes deportistas o no para tratar de predecir el riesgo de muerte súbita, la inversión de la onda T en V2 carece de significado si la exploración física, la historia familiar del paciente sobre todo, es normal; mientras que antes con bastante frecuencia recurríamos a hacer estudios complementarios en estos pacientes.”